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Los Vigentes 90s

M.S.Yániz

El arte de los años 90 en México marcó un periodo de transformación y experimentación, reflejando un país en plena transición política, social y cultural.

Algo curioso, en lo que no se suele reparar a menudo, es que las estéticas nacen junto a sus mercados. Tal es el caso del arte contemporáneo en México. Aunque se puede datar el origen del arte contemporáneo global hacia 1945 tras la segunda guerra mundial y el comienzo de la guerra fría, el caso del México posrevolucionario retardó éste modo de hacer arte y con ello el de sus colecciones. A diferencia de otras tradiciones como la Europea o norteamericana, en México era más importante hacer arte que respondiera a ideales políticos como la revolución y el incipiente Estado Mexicano que a realizar arte de modo más experimental o libre. Como recuerdan ambos entrevistados; Artemio Narro y Haydee Rovirosa, antes del TLCAN la hegemonía del arte tenía un corte autorreferencial en pintura que anhelaba ser lo mexicano y sus agentes estaban ligados a instituciones. Pero algo sucedió con la liberalización de la banca que abrió no sólo la entrada y salida de obras de arte y mercancías de México hacia el mundo, sino que se abrió la mirada con la que los jóvenes artistas se acercaban a su propia economía y la de sus colegas. Cuando los artistas comienzan a crear desde parámetros que no están ceñidos a tradiciones locales, medios específicos o estilos lineales; como el realismo, el barroco o el clasicismo, sino desde la desarticulación crítica de la idea moderna de arte no hay autoridades que legislen lo que está bien o mal en el deber ser del arte. El ideal moderno de arte respondería a la idea de que para hacer arte hay que tener un repertorio consolidado de tradiciones formales y desde éste hacer creaciones nuevas que respondan a la tradición según sus predecesores y la historia. Cuando estas ideas se rompen los mismos artistas y sus redes de amistades a partir de la intuición comienzan a consolidar sus creaciones adquiriendo obras desde nuevas ideas de trueque, precios sujetos a “lo que puedes sacar del cajero” o solventar las chelas para los amigos. Esa creencia quizá caprichosa llevó a consolidar modos de hacer arte al tiempo que comienzan pequeñas colecciones privadas que al día de hoy representan cimas de la historia del arte. Esto quiere decir que coleccionar arte significa, al mismo tiempo, estarlo creando. Pues se la da una realidad material que las meras formas en los estudios aún no tienen. Pues el artista en solitario produce formas y sensaciones, pero sólo cuando esto es adquirido y exhibido a un público podemos estar hablando de arte propiamente dicho. El ecosistema económico hace real formas de juego y libertad que le son inherentes al arte.   Pese a que invertir en arte para duplicar financieramente la compra no es recomendable a corto plazo, la creencia en el coleccionismo va más allá de la cifras. Lo que una colección hace es crear una imaginación futura propia, es permitir que el deseo sucede distendido en el tiempo. Es el momento de iluminación profana de una sección del mundo. Los años 90 se ven tan recientes y a la vez tan consolidados históricamente. Esto porque artistas, coleccionistas y entusiastas del arte creyeron en formas nuevas de hacer y adquirir arte desde la aventura y la deriva más allá de parámetros profesionales que ni siquiera existían.

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Artemio

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Haydee Rovirosa

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Algo curioso, en lo que no se suele reparar a menudo, es que las estéticas nacen junto a sus mercados. Tal es el caso del arte contemporáneo en México. Aunque se puede datar el origen del arte contemporáneo global hacia 1945 tras la segunda guerra mundial y el comienzo de la guerra fría, el caso del México posrevolucionario retardó éste modo de hacer arte y con ello el de sus colecciones. A diferencia de otras tradiciones como la Europea o norteamericana, en México era más importante hacer arte que respondiera a ideales políticos como la revolución y el incipiente Estado Mexicano que a realizar arte de modo más experimental o libre. Como recuerdan ambos entrevistados; Artemio Narro y Haydee Rovirosa, antes del TLCAN la hegemonía del arte tenía un corte autorreferencial en pintura que anhelaba ser lo mexicano y sus agentes estaban ligados a instituciones. Pero algo sucedió con la liberalización de la banca que abrió no sólo la entrada y salida de obras de arte y mercancías de México hacia el mundo, sino que se abrió la mirada con la que los jóvenes artistas se acercaban a su propia economía y la de sus colegas. Cuando los artistas comienzan a crear desde parámetros que no están ceñidos a tradiciones locales, medios específicos o estilos lineales; como el realismo, el barroco o el clasicismo, sino desde la desarticulación crítica de la idea moderna de arte no hay autoridades que legislen lo que está bien o mal en el deber ser del arte. El ideal moderno de arte respondería a la idea de que para hacer arte hay que tener un repertorio consolidado de tradiciones formales y desde éste hacer creaciones nuevas que respondan a la tradición según sus predecesores y la historia. Cuando estas ideas se rompen los mismos artistas y sus redes de amistades a partir de la intuición comienzan a consolidar sus creaciones adquiriendo obras desde nuevas ideas de trueque, precios sujetos a “lo que puedes sacar del cajero” o solventar las chelas para los amigos. Esa creencia quizá caprichosa llevó a consolidar modos de hacer arte al tiempo que comienzan pequeñas colecciones privadas que al día de hoy representan cimas de la historia del arte. Esto quiere decir que coleccionar arte significa, al mismo tiempo, estarlo creando. Pues se la da una realidad material que las meras formas en los estudios aún no tienen. Pues el artista en solitario produce formas y sensaciones, pero sólo cuando esto es adquirido y exhibido a un público podemos estar hablando de arte propiamente dicho. El ecosistema económico hace real formas de juego y libertad que le son inherentes al arte.   Pese a que invertir en arte para duplicar financieramente la compra no es recomendable a corto plazo, la creencia en el coleccionismo va más allá de la cifras. Lo que una colección hace es crear una imaginación futura propia, es permitir que el deseo sucede distendido en el tiempo. Es el momento de iluminación profana de una sección del mundo. Los años 90 se ven tan recientes y a la vez tan consolidados históricamente. Esto porque artistas, coleccionistas y entusiastas del arte creyeron en formas nuevas de hacer y adquirir arte desde la aventura y la deriva más allá de parámetros profesionales que ni siquiera existían.

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